jueves, 5 de mayo de 2011

Los fondos catan la inversión en vino

Ante los numerosos valores que están marcando récords, resulta tentador abrir una botella de vino para celebrarlo. Pero podrían aguardar mayores recompensas a los inversores que lo dejen envejecer.

Tras las políticas de expansión cuantitativa, se buscan los escasos activos físicos que ofrecen protección frente a la inflación y un potencial de sólidos rendimientos. El índice Mei Moses World All Art, por ejemplo, ha subido un 5,8% anualizado en los últimos diez años, mientras que el Standard & Poor's 500 se mantuvo plano. Aún más rentables, en cambio, fueron los vinos poco comunes –un 6,8% anualizado–. Este dato se extrae del índice Liv-ex Fine Wine Investables, una muestra de los principales viñedos de Burdeos.

Uno de los medios de los que disponen los inversores para unirse al brindis es a través de los fondos que operan en vino. Estos están estructurados como fondos de capital riesgo, y cobran comisiones del 2% de los activos y del 20% de cualquier beneficio. Este tipo de fondos ha crecido a entre 100.000 y 150.000 millones de dólares (68.649 y 102.974 millones de euros) desde su práctica inexistencia hace unos años, según Hedge Fund Research.

Algunos fondos ya han disfrutado de buenas cosechas. Un ejemplo de ello es Wine Investment Fund. Sus primeros cuatro fondos, reunidos entre 2003 y 2005, obtuvieron rendimientos anualizados de entre un 13% y un 17%. La estrategia del fondo consiste en comprar y mantener con una baja facturación, lo que dio buenos resultados conforme los precios subían.

Otro fondo, Bacchus Partners, depende menos del aumento de los precios. Intenta explotar los desequilibrios en la demanda en todo el mundo y opera activamente, con una facturación anual del 40%. La transparencia de las subastas en Internet implica que el método no es tan sencillo como comprar en Nueva York y vender en Hong Kong. Pero el seguimiento de la demanda mundial y el comercio de pequeñas colecciones le ayuda a descubrir oportunidades.

Bacchus Partners empezó a invertir justo antes de que los precios del vino tocaran fondo a principios de 2009, lo que probablemente ayude a explicar su rentabilidad anualizada de más del 25%. Esto implica que los inversores aún tienen que sopesar cuidadosamente las probabilidades de un repunte.

El futuro depende en gran medida de China, donde una clase alta en expansión demanda más vinos de alta calidad de los que pueden conseguirse a nivel local. Parte de esa demanda surgió en 2008, cuando se suprimieron unos impuestos sobre la importación de vino en la vecina Hong Kong que habían llegado a alcanzar el 80%. Las ventas en Hong Kong el año pasado duplicaron las de Nueva York en Acker Merrall & Condit, el mayor subastador mundial de vino, según explica su consejero delegado John Kapon.

Aunque la educación y el interés por el vino todavía están en sus primeras fases en China, la interferencia gubernamental supone un riesgo. Pekín limita oficialmente la cantidad de divisas extranjeras que una persona puede solicitar cada año a 50.000 dólares, y a partir de ahí puede ejercer su criterio. De restringirse esa suma, la fiesta en Hong Kong podría aguarse.

Pese a ello, el suministro de vino de alta calidad se mantendrá constante. Teniendo en cuenta que la riqueza sigue aumentando en los mercados emergentes, y que los más ricos son inmunes a muchos sustos económicos, es poco probable que los inversores se arrepientan de catar el sector.

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