viernes, 8 de noviembre de 2013

Planificación financiera de nuestro patrimonio



La necesidad de gestionar el patrimonio ya no es exclusiva de las grandes fortunas.
La incertidumbre respecto de determinados factores políticos y económicos, la inestabilidad del mercado laboral, financiero y la sospecha respecto del futuro mantenimiento del estado del bienestar hace incrementar el número de ciudadanos que sienten la necesidad de mantener el valor de sus ahorros, de obtener ingresos extras gracias al rendimiento de los mismos, de reforzar su seguridad financiera y la de su familia, de proteger a su cónyuge o a sus hijos, o de preparar su jubilación o su sucesión.
La previsión del futuro, el guardar para mañana un poco del ingreso de hoy, imponen un cambio de mentalidad; ya no podemos conformarnos con el estatuto pasivo del ahorrador de épocas anteriores sino que, si queremos sacar partido de nuestro dinero, tenemos el deber de gestionarlo, de convertirnos en inversores.
Abandonar el patrimonio al azar, no gestionarlo adecuadamente, supone erosionarlo. En primer lugar, por el simple efecto de la inflación; pero, sobre todo, debido a la actual presión fiscal. En caso de que no se decida gestionar adecuadamente el patrimonio, no cabe duda de que los impuestos se irán reduciendo poco a poco el ahorro que hayamos podido acumular.
La aparición de la crisis financiera internacional en septiembre de 2008 tras la quiebra de Lehman Brothers y que en España todavía no ha finalizado ha supuesto en muchos casos pérdidas (latentes o realizadas) muy significativas en un buen número de inversores, por lo que la gestión de patrimonios cobra una especial importancia. Adicionalmente, diversas situaciones de pérdida de la inversión por insolvencia del emisor o gestor de los activos financieros (Lehman Brothers, caso Madoff) ha generado un nivel de desconfianza muy alto que llevará tiempo recuperar y, por ello, se hace preciso un mayor control y supervisión de la gestión patrimonial. Por ello, en los tiempos actuales tiene mayor valor si cabe una gestión profesionalizada del patrimonio en sus diversas vertientes.
¿En qué consiste gestionar el patrimonio?
Normalmente, la gestión patrimonial comprende tres fases:
·         Establecimiento de un diagnóstico: inventariando todos los bienes que forman ese patrimonio y estudiando el contexto familiar y personal en el que se mueve. Hay que considerar factores tales como la edad de los hijos y sus expectativas de remuneración salarial, la capacidad real de ahorro y la necesidad mensual de liquidez, etc.
·         Análisis de los objetivos perseguidos con la gestión. La gestión patrimonial de una persona que prefiera atesorar antes que disfrutar no puede ser la misma que la de otra que conciba el ahorro como un medio para alcanzar una determinada finalidad.
·         Elaboración de la estrategia capaz de responder tanto al riesgo que queramos asumir como a la rentabilidad que esperamos obtener.
Una vez efectuado el diagnóstico correcto del patrimonio en cuestión y analizados los objetivos perseguidos con la gestión, llega el momento de elaborar nuestra estrategia. Ésta puede abarcar desde la modificación del régimen económico del matrimonio, incluyendo la planificación sucesoria posterior, hasta la total redefinición de la estructura patrimonial; por ejemplo, constituyendo una sociedad para la gestión del patrimonio.
La gestión del patrimonio implica consideraciones, no sólo de tipo fiscal y económico, que evidentemente son muy importantes, sino que también es preciso examinar, desde una perspectiva jurídica, si la estructura y el funcionamiento de nuestra masa patrimonial son la más adecuada y el que mejor se adapta a nuestras necesidades y objetivos.
No basta preguntarnos si la inversión en un bien inmueble es suficientemente segura o si es preferible y más rentable la inversión en valores o activos financieros. Tampoco es suficiente buscar una fórmula de inversión que sea fiscalmente muy conveniente. Es preciso conjugar todos estos aspectos con una adecuada estructuración de la titularidad patrimonial que se adapte a nuestras necesidades personales, familiares y que nos ofrezca garantías de protección y defensa del patrimonio frente a terceros acreedores, así como una correcta planificación fiscal.
Además, esta estrategia patrimonial no puede concebirse como algo estático, por cuanto la realidad está llena de fluctuaciones (cambios personales, familiares y laborales), sin excluir los cambios en la legislación fiscal que obliga a una continua revisión de la estrategia diseñada para no desaprovechar así oportunidades de mayor rentabilidad.
Podemos decir que para optimizar nuestra gestión patrimonial deberemos tomar dos tipos de decisiones:
·         Decidir la forma jurídica que queremos darle al patrimonio. En este ámbito debe incluirse la planificación personal y sucesoria de dicho patrimonio.
·         Buscar distintas vías de rentabilizar el patrimonio, eligiendo en un mercado que empieza a estar bastante saturado el producto que mejor se puede adaptar a nuestras necesidades.